"Yo no elegí, mi destino"
Las piedras que encuentro en mi camino, que dibujo y grabo, nos cuentan la historia del mundo, mitos y leyendas.
Espero que os guste.

Me llamo María, fui la
hija del rey de Portugal Alfonso IV, y mi hermano se llamaba Pedro. Cuando
Pedro tenía 16 años lo casaron por poderes con Constanza de 20 años que era la
hija de Juan Manuel príncipe de Villena. Ellos no se conocían, la primera vez
que Pedro vio a Constanza, fue un día antes de su boda real.
Después de tres años, de haberse casado por
poderes, cuando Constanza llega a Portugal acompañada de su séquito, y
de su prima Inés, mi padre y mi hermano salen a recibirlas. Pedro le pregunta a
mi padre, el rey Alfonso IV, cuál de las dos damas es su esposa, y mi padre le
presenta a Constanza.
Pero
Pedro se fija en Inés, y queda prendado de ella. Mi hermano Pedro e Inés eran
de la misma edad, los dos tenían 19 años, y cuando se vieron a los ojos,
supieron que habían encontrado el amor de su vida.
Pedro
e Inés, se enamoraron a primera vista. Pero Pedro, sabe que tiene un deber y
unas obligaciones que cumplir, y que es necesario que tenga cuanto antes un
heredero legítimo, para la sucesión al trono del reino de Portugal.
A
pesar de que mi hermano Pedro estaba locamente enamorado de Inés, nunca dejó de
cumplir con sus deberes maritales con Constanza. La trataba bien, porque sabía
que era su esposa legítima, y la única que podía darle hijos legítimos.
Todo
lo contrario de lo que me ocurrió a mí, cuando me casaron con el rey Alfonso
XI.
La
historia de mi hermano Pedro y Constanza, se titula: “No soy moneda
de cambio, pero hare lo que me pides” la podéis leer en: el blog de
guadalupe aguilera de Vigo.
Nací
el 9 de febrero de 1313 en la ciudad de Évora (Portugal) pasé una infancia muy
feliz, jugando con mi hermano Pedro por los jardines de la Corte y
escondiéndonos por todas las alcobas del palacio. Mi madre Beatriz también
disfrutaba jugando con nosotros, y mi padre el rey, si no estaba en la guerra
luchando contra los moros, siempre quitaba algo de su tiempo para contarnos
historias.
Además
de Pedro también tuve otra hermana que le pusieron de nombre Leonor, que nació
el día 3 de febrero de1328. El mismo año en qué me casaron con mi primo Alfonso.
Yo tenía 15 años y el rey Alfonso XI 17 años. Después de la boda me fui a vivir
con mi esposo para Castilla y nunca pude jugar con mi hermana.
Dicen
que mi hermana era muy inteligente, muy discreta y muy bella. Cuando la casaron con el rey Pedro IV de
Aragón tenía 19 años. Su marido era mayor que ella casi 10 años. Se había
quedado viudo y tenía dos hijos.
Pero
el matrimonio solo duró un año. Se casaron en Barcelona el 15 de noviembre de
1347 y el 30 de octubre de 1348, mi hermana muere camino de Jérica (provincia
de Castellón) víctima de la peste negra.
PRIMERA
PARTE DE “YO NO ELEGÍ MI DESTINO”
Por
aquel entonces el rey Alfonso XI, estaba agobiado y desesperado. No podía
librar dos guerras al mismo tiempo. Los nobles se habían unido a Juan Manuel,
que le había declarado la guerra para poder rescatar a su hija Constanza. Porque
Alfonso la tenía retenida como rehén en la fortaleza de Toro.
Sin
el apoyo de los nobles, con las arcas del reino casi vacías, y la guerra
abierta contra los musulmanes, al rey Alfonso XI no le quedó más remedio que
pedir ayuda al rey de Portugal Alfonso IV. Que era mi padre.
Entonces
le propone qué si le ayuda, y se une a él en su lucha contra los moros, se
casará conmigo. Además, como dote, me daría la ciudad de Talavera, y otras
ciudades. Y también sería la reina consorte de Castilla.
A
mi padre no le pareció mal la oferta, y acepto.
Cuando
mi padre le cuenta a mi madre la alianza que había hecho con el rey de
Castilla, y que me va a casar con Alfonso XI, ella le recrimina y le dice que
no le gusta esa alianza. Porque no se fía de Alfonso XI y, tiene miedo que me
repudie, y que me haga lo mismo que le hizo a su primera esposa Constanza.
El
rey mi padre le contesta: – Esta vez no lo hará, la situación es muy diferente.
De pronto escucho unos golpes en
la puerta de mi alcoba, era mi hermano Pedro, qué gritando me suplicaba que le abriera
la puerta. – ¿Qué pasa? – le dije. –Y abrazándose a mí, me dijo: –Yo no quiero que te marches, yo no quiero que te cases. – me eché a
reír. – No te rías y escucha.
– Mientras
papá estuvo ausente hice un barquito de madera, quería regalárselo a su regreso.
Porque escuché que estaba preocupado por su flota naval, y por el transporte
marítimo. Pero cuando iba a entrar en su alcoba, escuche unas voces.
Era papá y
mamá que estaban hablando de ti,
y te quieren casar – ¿Y con quién me van a casar? –Con el primo Alfonso XI de Castilla. –Eso es
imposible, él ya está casado. –No,
no, anuló su matrimonio, y ahora tiene secuestrada a su esposa. –¡Vaya imaginación que tienes! –
Entonces me reí, y moviendo la cabeza de izquierda a derecha lo abrace y lo tranquilice.
A Pedro solo le faltaba un mes para cumplir 8 años.
Desgraciadamente
mi hermano tenía razón y unos meses después se celebró mi boda en Alfayates
(Portugal) sin el consentimiento del Papa, que se negó a darlo, porque éramos
primos hermanos. Mi madre Beatriz era hermana del padre de Alfonso XI. La
dispensa papal nos la concedió después de un año de casados
Lo
que yo no sabía era que mi esposo Alfonso XI, un año antes de casarse conmigo
en (1327) había conocido en Sevilla a una cortesana, cuando él aún tenía 16
años y ella 17 años. Se llamaba Leonor de Guzmán, era viuda y no tenía hijos. Su
esposo se llamaba Juan de Velasco, era muy rico, tenía muchas propiedades, y al
morir le dejó una gran fortuna.
Leonor
de Guzmán también descendía de una familia muy poderosa y acaudalada. Cuando mi esposo el rey Alfonso XI, regresaba de una campaña militar al pasar por Sevilla, le sale al encuentro el cuñado de Leonor de Guzmán, y lo invita a comer en su casa.
El rey acepto la invitación y, durante el almuerzo se presentó Leonor. Su modo de seducir, su desparpajo y su belleza, impresionaron al rey, que no tardó en regresar a Sevilla para volver a verla. Y aunque Leonor solo era un año mayor que Alfonso, demostró tener mucha actividad sexual, y ser una experta en las artes amatorias, que posiblemente aprendió con su esposo antes de quedarse viuda. Alfonso cayó en sus brazos loco de pasión.
Quizás fuese ese, el motivo de querer anular su primer matrimonio con Constanza, que era una niña de 11 años y virgen. Alfonso ardía en deseos por ver a Leonor, y con la excusa de qué se había puesto enfermo, me dijo que, para recuperarse necesitaba estar en un clima más cálido, y se fue a Sevilla.
Mientras se recuperaba de su enfermedad, se formalizó la relación entre ellos. Y una vez recuperado, regresó a la corte castellana, y trajo a Leonor con él.
Yo estaba embarazada de mi primer hijo. Cuando mi hijo nació, le puse de nombre Fernando. Fue una alegría para todos, porque había nacido un heredero legítimo para el reino de Castilla. Pero la alegría duró poco, porque a los pocos meses de haber nacido, el niño murió. Después de la muerte de nuestro hijo, mi esposo Alfonso, comenzó a ignorarme y, no me daba ninguna muestra de cariño. No quería verme, y cuando lo hacía me trataba con desprecio. Además, entre las damas de la Corte, se rumoreaba que Leonor de Guzmán, era la favorita del rey.
Leonor se paseaba por todo el palacio como si fuese la dueña, y con su desparpajo, pronto ganó la simpatía de las personas que vivían en la corte. Obsequiaba con regalos a las damas de mi séquito, y ellas se los agradecían pasándole todo tipo de información, que Leonor les pedía. Esto hizo que me sintiera muy sola.
Un día que salí de mi alcoba a pasear, vi a un grupo de damas cerca de los jardines. Eran cortesanas que se habían hecho amigas de Leonor. Estaban hablando y se reían, y no sé dieron cuenta que yo estaba cerca.
Una de esas damas que tenía fama de chismosa, le contaba a Leonor que su esposo le había dicho, que el rey Alfonso estaba muy enfadado y de mal humor, porque con la muerte de mi hijo Fernando, se veía obligado a dejarme preñada de nuevo. Y que el rey Alfonso, no tenía ganas de yacer conmigo. No comprendo porque mi esposo no me deseaba como mujer, porque yo era más guapa que Leonor. O eso era lo que decían. En Portugal me conocían como la “Hermosísima María”.
Cuando las damas que estaban hablando con Leonor se percataron de mi presencia, estallaron al unisonó con una gran carcajada. Yo por falta de experiencia me eché a correr llorando para refugiarme en mi habitación. No quería hablar con nadie, ni tampoco comer. Y así, pase tres días hasta que mi ayo (protector, mayordomo o guarda espaldas) Martín Alfonso Téllez de Meneses, llamó a mi puerta para que le abriera.
Martín Alfonso Téllez de Meneses, acababa de regresar de Portugal y le había contado a mi padre, al rey Alfonso IV, los malos tratos que yo estaba sufriendo.
Martín Alfonso Téllez, era un noble portugués que mi padre cuando me casé, lo había puesto a mi servicio para que cuidase de mí, y me protegiera. En la lucha cuerpo a cuerpo nadie le ganaba. Tenía una educación exquisita, porque mi padre, quiso que se educará en nuestro palacio con los mejor profesores, porque le había cogido mucho cariño y era muy amigo de su padre.
Martín Alfonso también era muy buen diplomático. Y me aconsejaba como debía de hablar, o lo qué decir en cada ocasión. Lo conocía desde niña y con él me sentía segura, aunque solo me llevase 3 años de diferencia.
Recuerdo
qué, cuando yo tenía 10 años, siempre me asomaba a la ventana para ver como su
profesor de armas, un experto combatiente, le enseñaba en el patio del palacio,
defensa personal y a manejar la espada. Otras veces también, lo encontraba por
los jardines del palacio cuando yo iba a pasear con mi hermano Pedro y, después
de saludarnos, él se quedaba a estudiar sentado en un banco del jardín.
Martín Alfonso me
dijo que mi padre, iba a hablar con mi esposo, para que desterrara y, echara a
Leonor de la Corte. Y qué sí, continuaba humillándome, y no me daba mi lugar
como esposa, rompería la alianza pactada con Alfonso XI y, retiraría todo su
ejército del campo de batalla, incluida su flota naval, permitiendo que los
musulmanes entrasen por mar en la península.
Martín Alfonso, también me hizo comprender que estaba rodeada de un nido de serpientes y que tenía que hacerme fuerte, y hacer valer mis derechos de esposa y reina legítima.
Entonces me propuso que me alejara de la Corte por unos meses, para que pudiera recuperarme, ganar salud, y tranquilidad. La villa de Talavera era el sitio perfecto. Mi esposo me la había regalado como parte de la dote cuando me casé.
Sus habitantes me adoraban por las mejoras que había conseguido para ellos y para la Villa. La primera vez que llegue a la villa de Talavera estaba totalmente abandonada, sin recursos y mucha pobreza.
Los habitantes de Talavera me contaron que no podían hacer frente al pago de los tributos exagerados, qué les obligaban a pagar los procuradores extranjeros, nombrados por mi esposo, el rey Alfonso XI. Y me suplicaron que los ayudara.
Entonces conseguí que Talavera dejara de pagar tributos durante 11 años.
Como yo tenía poder para nombrar corregidor, nombré a 12 escribanos y con el tiempo se aumentó a 16.
Además, autoricé al Concejo que nombrara a un físico, un cirujano, un frenero, sillero, y un oficial, por cada uno de los oficios, sin tener que pagar tributos.
Por todas esas mejoras y muchas más, que no menciono, para no alargar esta historia, Talavera, pasó a llamarse Talavera de la reina.
Desde entonces, cuando la situación se ponía muy tensa, y no aguantaba más las humillaciones y los desprecios a los que me tenía sometida mi esposo, y su amante Leonor, me marchaba para Talavera, donde tenía tranquilidad y sus habitantes me demostraban su cariño.
Alfonso no creé que mi padre cumpla con su amenaza, de quitarle su ayuda. Y en el caso de que lo hiciera, Leonor le decía que no se preocupara porque tendría la ayuda por parte de los nobles, que a ella le deben favores.
Alfonso estaba muy enfadado por la bronca, que le había echado mi padre y, creyendo que fui yo, quién había puesto a mi padre en su contra, comenzó a humillarme en público, y me avergonzaba delante de todos, diciendo que no servía como mujer ni para quedar preñada. Y otras veces se paseaba delante de mí, con su amante Leonor, que estaba embarazada, para que yo los viera.
Además de eso, yo también sufría constantes violaciones por parte de mi esposo el rey, qué, al no conseguir dejarme de nuevo preñada, cada vez se enfadaba más, por no tener un heredero legítimo para la corona de Castilla.
Entonces, llorando le decía: – Como voy a quedar preñada, si tu amante Leonor, te deja seco, y vacío todos los días
Cuando mi padre se entera que mi esposo me sigue tratando mal, retira sus tropas del campo de batalla y su flota marítima. Entonces los benimerines con la frontera desprotegida atacan de nuevo la península, y derrotan a los castellanos tomando la ciudad de Algeciras.
Alfonso, se da cuenta que sin la ayuda de mi padre está perdido, y que no puede frenar el avance de los musulmanes. Entonces me pide que le perdone, y que haga de mediadora para que mi padre le vuelva a prestar su ayuda.
Me convence diciendo que ya no volverá a ver a Leonor, porque ella se iba a casar y se marchaba a vivir a otra ciudad con su esposo. – No te creo – le dije –¿Quién va a querer casarse con la amante del rey, teniendo hijos bastardos? Y mi esposo me responde: –Es una persona que cuidará de Leonor y de mis hijos por una fuerte cantidad de dinero. Y yo, cómo una tonta le creí.
Entonces
voy a hablar con mi padre, para que perdone a Alfonso. Y le digo que mi esposo
está arrepentido y que me pidió perdón. Además, ya no volverá a ver a Leonor,
porque se casa, y se marcha fuera de la ciudad. Mi padre no me cree, y me dice
qué Alfonso es un mentiroso.
Pero escuchando mi llanto, se le ablandó su corazón y me dijo: – Dile a tu esposo qué, si promete tratarte bien, y te sienta a su lado el día de su coronación, y te da tu lugar como la esposa legítima que eres, sellaremos la paz, y tendrá mi ayuda – pero también debe traerme la prueba de que Leonor se ha casado, y que ya no vive en la corte.
De regreso, le cuento a mi esposo, las condiciones que pide mi padre. Si Alfonso las acepta, mi padre está dispuesto a perdonarle y a unirse a él en la guerra contra los moros. Entonces Alfonso tuvo que aceptar las condiciones.
Yo quería que Alfonso se olvidara de Leonor. Me habían hablado de una hechicera que era muy buena haciendo brebajes de amor. Y una noche, me disfracé de plebeya para que nadie me reconociera. Y fui a casa de la hechicera. Pensé qué, sí Alfonso bebía ese filtro de amor, se olvidaría de Leonor, y podría recuperar a mi marido.
La hechicera preparo una pócima, y me dijo que se la diera a beber a mi esposo cuando él, viniese a yacer conmigo.
Yo sabía que eso pronto iba a ocurrir, porque a Leonor solo le quedaban unos días para parir. Después se casaría y se marcharía con su esposo a otra ciudad, donde nadie la reconociera como la amante del rey.
Estando Leonor lejos, Alfonso vendría a yacer conmigo para dejarme preñada, y yo tendría la oportunidad de echarle en su bebida, el filtro de amor que la hechicera me había dado.
Pero mientras eso no ocurría y por miedo a que me encontrasen la botella con el brebaje, me dirigí a la enfermería y, la escondí en medio de otras botellas de medicamentos.
Pero resulta que un clérigo del convento de San Francisco, llamó a la puerta del palacio pidiendo ayuda, porque el más joven de los clérigos que se llamaba Fernando tenía mucha fiebre, y no le bajaba la temperatura.
Entonces uno de los enfermeros del palacio, se dirige a la enfermería y coge por error la botella que contenía la pócima de amor. Después se la entrega al clérigo, qué se marcha corriendo al convento, porque sabe que Fernando está muy grave. Cuando llega al convento se la da a beber a Fernando, y sentado a su lado, reza para que la medicina le haga efecto y se salve.
El novicio se curó de su enfermedad, pero pronto empezaron a subirle otro tipo de calenturas, y comenzó a tener dudas de su devoción.
Cuando Fernando le cuenta a su confesor lo que le estaba pasando, este le recomienda que se aliste en la guerra contra los moros y qué quite de la cabeza los pensamientos de querer yacer con una mujer. Porque decía que las mujeres eran las aliadas del demonio, y atraían a los hombres, para condenar su alma al infierno.
Los meses van pasando y la fecha de la coronación de Alfonso se acerca. El rey Alfonso XI sabe qué si no cumple con las condiciones, que le pide el rey de Portugal Alfonso IV, no le va a prestar su ayuda para luchar contra los moros.
Entonces Alfonso habla con Leonor, y se ponen de acuerdo para engañar al rey de Portugal. Y le dice a Leonor que tiene que casarse. La boda la oficiará un capitán de su ejército disfrazado de franciscano, y el certificado de matrimonio será falso. Después, se lo harían llegar al rey de Portugal.
Pero antes de eso tendrían que encontrar a un mozo que estuviese dispuesto a casarse, y qué lo creyera de verdad. Luego lo mandarían a la guerra poniéndolo en primera fila para conseguir que lo matasen.
Entonces el rey llama a uno de los capitanes de su ejército y le pregunta,
si entre sus hombres, habrá alguno que sea virgen y que no tenga experiencia de
mujeres. El capitán le habla de Fernando.
Fernando es invitado por el rey a la entrega de trofeos, que el rey
otorgaba todos los años a los soldados más valerosos.
Fernando llega un par de días antes de la celebración.
Entonces
Leonor disfrazada de plebeya se hace pasar por una dama de personal de
servicio. Pasa varías veces por delante de Fernando y le sonríe.
Fernando queda prendado de ella, y le propone verse a media noche en los jardines del palacio.
Leonor le dice que su sueño es casarse, pero todos los soldados que vienen a recoger su premio se van al día siguiente, y ya no regresan. Entonces Fernando, la coge por la cintura, y le promete que eso no le va a ocurrir con él.
Pero cuando la intenta besar, Leonor lo rehúye con mucha delicadeza, diciendo: – yo no soy como todas, si quieres que te bese y, te entregue mi cuerpo, te tienes que casar conmigo, y seré tuya para siempre. –Nos podíamos casar mañana, después de la entrega de trofeos. Puedo hablar con el confesor del rey, y nos casaría en el mismo palacio.
Leonor sabe que Fernando, había estado ahorrando todas sus pagas de soldado para comprarse una casita, y tener una familia. También sabe que es muy posible que lo maten en la guerra.
Entonces piensa como puede hacer, para quedarse ella, con los ahorros de Fernando.
– Abrazándose a Fernando y con voz melosa le dice: –Yo no tengo ningún vestido bonito que poner para casarme,
ni ajuar de novia. Además, tengo miedo que te roben el dinero mientras estas
luchando contra los moros, – y que después no podamos comprarnos una
casita para vivir juntos. Será mejor que el dinero te lo guarde yo, en un sitio
seguro dentro del palacio.
Fernando le dice que tiene razón. El dinero estará más seguro con ella, que
en el campo de combate. Y Fernando se marchó corriendo a la posada para coger
su petate repleto de dinero.
Después, se lo entrega a Leonor, y ella como recompensa, deja que Fernando
la bese solo una vez, porque dice que ella es muy decente.
Al día siguiente en la entrega de
trofeos el rey Alfonso XI, llama a Fernando y le regala una espada.
Después le pregunta que es lo que desea. Entonces Fernando señalando a
Leonor, le pide que se la dé como esposa.
Una vez casados, cuando llega la noche, Fernando está impaciente, nunca había tenido una mujer en sus brazos, y loco de pasión y deseo, se acerca a Leonor para besarla. Pero ella lo aleja y le dice que no pueden tener relaciones sexuales porque es la amante del rey. Y le cuenta, que todo estaba preparado para engañar al rey de Portugal.
Fernando, sintiéndose engañado, lleno de ira y furioso, le entran ganas de matar al rey, y a Leonor. Pero eso supondría su muerte.
Que razón tenían los cleros del convento, cuando le decían, que las mujeres eran la perdición de los hombres.
Al día siguiente, Fernando pide hablar con el rey. Cuando el rey se
presenta, Fernando cogiendo la espada que le regaló, la parte en dos, después,
se la tira a los pies del rey, y le dice con desprecio: – Quedaos con vuestra amante, que yo me vuelvo a mi convento.
Luego va en busca de Leonor, y le reclama su petate con el dinero. Ella le
responde que no sabe dónde está, que se lo debieron robar por la noche. Y le
dice que ladrones hay en todas partes, y que también los hay en palacio.
La celebración de la coronación de Alfonso XI como rey de Castilla y de
León, se celebró en el monasterio de las Huelgas de Burgos, en el año 1332.
Alfonso se coronó el mismo, delante de una estatua de Santiago.
Cogió con sus manos la corona de oro y piedras preciosas, y se la colocó
sobre su cabeza. Después cogió la otra corona y la puso sobre mi cabeza, para
que no hubiese dudas que yo era su legitima esposa y la reina consorte de
Castilla y León. Desde entonces yo tenía que acompañarlo a todas las entregas
de premios, y actos oficiales que se me exigían como reina.
Un mensajero enviado por mi esposo, le entrega a mi padre el certificado de
matrimonio de Leonor con Fernando, y además, le dice que se van lejos de la
Corte a vivir a otra ciudad. Mi padre lo cree y cumple con su palabra.
Y al frente de su ejército ataca a los benimerines, que huyen despavoridos
pudiendo recuperar algunas de las ciudades que habíamos perdido, y que estaban
ocupadas por los musulmanes.
Cuando mi padre regresa de la guerra, pregunta por Leonor. Quiere saber si
Leonor ya abandonó el palacio y a donde se fue a vivir con su esposo.
Entonces Martín Alfonso (mi guarda espaldas) busca las palabras para no
dañar los sentimientos de mi padre, que llegaba cansado de tanto luchar.
Martín Alfonso le cuenta que el matrimonio de Leonor con Fernando, fue una
farsa, no fue de verdad, y no tiene validez.
Y que el certificado de matrimonio que le enviaron a él, era falso para qué
creyera que Leonor se había casado.
También le cuenta que Alfonso XI, está dominado por Leonor, y qué hace
oídos sordos a los consejos que le da Juan Alfonso de
Alburquerque. Además, Leonor hace todo lo posible para crear discordias
entre los dos, y acaban enfrentados.
Juan Alfonso de Alburquerque era un noble portugués, que había heredado una
inmensa fortuna de sus padres, siendo casi un niño. Y la duplicó casándose con
Isabel de Meneses.
Juan Alfonso de Alburquerque fue armado caballero por Alfonso XI, por su
linaje, señorío, cualidades guerreras, y méritos propios. Y Consiguió la
confianza de mi esposo, que lo nombró su guarda espaldas, su consejero y su
mano derecha.
Pero la influencia de Leonor sobre mi esposo era tan grande, que ni él, ni nadie
se atrevía a contradecir lo que ella decía, o pedía.
Mi padre cuando escucha lo que Martín Alfonso le cuenta, le entra ganas de matar a Alfonso. Se siente engañado y utilizado.
Entonces mi padre, una vez más, le niega cualquier tipo de ayuda a Alfonso. Y retira todas sus tropas del campo de batalla, y su flota naval.
Durante ese tiempo, sufrí muchísimo viendo como Leonor hacía y deshacía. Y dando órdenes como si fuese ella, la reina legítima. Yo me encontraba tan sola y falta de cariño que no tenía fuerzas para enfrentarme a Leonor. Las únicas personas en las que podía confiar y que siempre me demostraban su cariño, fueron Juan Alfonso de Alburquerque, y Martín Alfonso, que lo conocía desde niña.
Mi esposo nunca hablaba conmigo, y cuando lo hacía era por conveniencia, para pedirme que hiciese de intermediaria y le ayudase a conseguir el favor de algún noble, qué me tenía simpatía y se llevaba bien conmigo.
Yo tampoco quería preocupar a mi padre, contándole lo mal que, aún lo estaba pasando. Sobre todo, después, de haber sido engañado por mi esposo, con la boda falsa de Leonor.
Martín Alfonso, se convirtió en mi confidente. Yo no podía confiar en nadie. Y me sentía observada por las damas que tenía a mí servicio, que le contaban todo a Leonor.
Un día que estaba en Talavera, llamó a la puerta llorando un campesino.
Quería hablar conmigo. Me contó que su esposa estaba muy enferma y que uno de
sus hijos el más pequeño también tenía mucha temperatura. Que el invierno había
sido muy duro, que toda la cosecha se perdió y que no tenía ni un trozo de pan
para darle de comer a sus hijos.
El campesino se me puso de rodillas juntando sus manos, implorándome ayuda. Pero yo no se lo permití, y ayudándolo a ponerse de pie, le dije a Martín Alfonso que llamase al médico, y que las cocineras cogiesen bastante comida para llevar, y leche para los niños.
Cuando entré en la casa del campesino la escena que vi jamás la olvidaré, porque se me partió el alma. Su esposa había perdido el conocimiento, y su hijo de meses, queriendo sobrevivir, estaba con su boca tirando del pezón de la teta de su madre, para conseguir quitar un poco de leche que la madre no tenía.
Entonces aparté al bebe de encima de su madre, y con la ayuda de un pequeño embudo, que nos hizo dé biberón, Martín Alfonso y yo, le pudimos dar de beber poco a poco, la leche que habíamos traído del Alcázar. Y al cabo de un rato él niño se quedó dormido en mis brazos.
Sus tres hermanos, una niña y dos niños, el mayor no pasaba de 8 años, cuando vieron la comida que le habíamos llevado, se lanzaron a ella, comiendo de prisa, como si no hubiese un mañana.
Manuela que así se llamaba la mujer del campesino, recobró el conocimiento
gracias a unas hiervas que le dio a oler el médico.
Y después, de darle a beber un poco de caldo de ave, para que se
recuperara, pudo hablar un poco, con mucha dificultad. Manuela le preguntó al
médico, cuanto tiempo le quedaba de vida. El médico apiadándose de ella le
contesto: –Eso solo lo sabe Dios.
Luego giró la cabeza buscando a sus hijos, y cuando vio que estaban
comiendo y qué su hijo más pequeño Sebastián, dormía plácidamente en mis
brazos, me miró, esbozó una sonrisa, y llena de gratitud me dio las gracias.
Al despedirme le dije que no se preocupara por nada, que al día siguiente
volvería para saber cómo se encontraba de salud, y de paso traer más comida y
leche para los niños.
Pero, al salir de la casa me invadió un mal presentimiento, y girando los
talones di media vuelta y volví junto a Manuela. Entonces le cogí la mano, y
besándola en la mejilla le dije: –Mientras yo viva, tus
hijos jamás pasaran hambre.
Cuando llegamos al Alcázar, nos estaba esperando un mensajero que traía una
carta para Martín Alfonso. Se la enviaba su padre.
Cuando Martín Alfonso comienza a leer la carta, la expresión de su rostro le
cambia. Preocupada le pregunté si eran malas noticias.
Martín Alfonso sin dejar de ver el contenido de la carta me contesta que
sus padres han llegado aún acuerdo con los padres de Aldonza Anes de
Vasconcelos, para que se case con ella. Que ya firmaron las condiciones de la dote y pusieron la fecha para la
boda..
Cuando escucho, que Martín Alfonso se tiene que casar, no sé, lo que me
pasó, pero note que algo dentro de mí se rompía y que el alma se me desgarraba.
Una angustia invadió todo mi ser, y me dieron ganas de llorar y gritar, y
decirle que no se casara.
Entonces me di cuenta, que estaba enamorada de Martín Alfonso.
Y recordé que ya de niña cuando tenía 10 años me escapaba y dejaba lo que
estaba haciendo, para ver desde la ventana como Martín Alfonso, ensayaba el
manejo de las armas que su profesor le enseñaba en el patio del palacio.
Hasta ese momento no sabía lo que era amar, y tan solo la idea de perderlo
y pensar qué otra mujer lo pudiera tener en sus brazos me volvía loca.
Apunto estuve de confesarle mi amor, y decirle que huyéramos lejos de allí,
pero me contuve porque recordé que era la esposa del rey Alfonso XI, y que
cuando nos encontraran, a Martín Alfonso lo matarían.
La pena que tenía era tan grande, que me fue imposible contener las
lágrimas. Cuando Martín Alfonso, después, de volver a leer la carta, qué le
habían enviado sus padres, ve la tristeza de mi rostro, y las lágrimas que caen
por mis mejillas, piensa que estoy triste por
Manuela y sus hijos.
Entonces me abraza, y me consuela diciendo, que con la enfermedad de
Manuela nada podemos hacer, pero podemos traer a los niños, para que se críen
en el Alcázar.
No sé, porqué, el destino es tan cruel conmigo, que me obliga a guardar en
secreto este amor tan grande, que me hace sufrir, y qué me quema por dentro,
por no poder decirle a Martín Alfonso, que lo amo con toda mi alma.
Al día siguiente, como le prometí a Manuela, Martín Alfonso y yo, nos
acercamos hasta la casa del campesino para llevarle leche, y más comida para
los niños. Cuando los niños nos vieron llegar corrieron hacia nosotros para
abrazarnos. Después el mayor de los niños me cogió de la mano y tirando de ella
me dijo: –Ven mama, acaba de morir.
Cuando entramos en la habitación el padre de los
niños, estaba de rodillas desconsolado, abrazando el cuerpo sin vida de su
mujer, y llorando le decía: –Te amo, te amo, te
amo.
Entonces Martín Alfonso cogiendo al campesino, que no
quería separarse de Manuela, lo apartó del cuerpo de su esposa. Cuando se hubo
tranquilizado, yo le pregunté. – ¿Qué va a pasar con los niños? Rodolfo que así se llamaba el campesino, Me
dijo: – que nadie del pueblo quería hacerse cargo de ningún niño,
porque solo un plato de comida más, les suponía mucho, y que no tenían ni para
ellos.
Entonces yo le dije: – Ayer le prometí a Manuela, que mientras yo viviera,
sus hijos nunca pasarían hambre. Si te parece bien vendrán a vivir para el
Alcázar de Talavera, recibirán una buena educación y no le faltará de comer.
Rodolfo llorando no sabía cómo agradecérmelo. Me dijo
que era su ángel, se quiso poner de rodillas ante mí, y besarme las manos, pero
una vez más, no se lo permití, y diciéndole que se pusiera de pie lo
abracé.
Entonces fue cuando me dijo que se iba a enrolar en el
ejército de mí padre. Porque le habían contado que mi padre, además, de tratar
bien a sus soldados, nunca dejó de darles su paga. Y qué cuando tuviese el
dinero suficiente, vendría a buscar a sus hijos.
Cuando llegó la hora de partir para la guerra, Rodolfo vino al Alcázar de
Talavera a despedirse de sus hijos. Yo tenía a Sebastián en mis brazos y se lo
entregué para que lo abrazara. Y una de mis doncellas fue en busca de sus otros
hijos.
Cuando Santiago, Berta y Federico, ven a su padre, los tres corren para
abrazarlo. Y por primera vez, me di cuenta que, a pesar del hambre, y de las
dificultades por las qué habían pasado, esos niños eran muy afortunados, por
haber conocido el amor de sus padres, y por lo mucho que los querían.
Y ahora, no sé cómo voy a poder decirles, qué nunca más van a poder ver, ni
abrazar a su padre. El dolor que sentí en ese momento dentro de mi alma fue tan
grande, que no pude evitar llorar.
Mientras esto ocurría, Leonor la amante de mi esposo, no perdió el tiempo. Consiguió que Alfonso XI pusiera en cargos importantes a sus hijos, familiares y amigos. Consiguió crear una corte a su alrededor, y los convirtió en ricos hacendados. Tomaba decisiones económicas y políticas, y recibía a embajadores extranjeros. Por lo qué, el rey mi esposo la nombró su consejera, desplazando a Juan Alfonso de Alburquerque.
Tenía tanto poder sobre Alfonso, que cuando un noble necesitaba algún favor, antes de pedírselo al rey, se lo pedían a ella. Después en agradecimiento, los nobles o ministros, la recompensaban, con joyas, dinero, propiedades etc. Su ambición era tan grande, que los patrimonios que compraba, o que le regalaban, los vendía después, sacando grandes Beneficios.
Leonor también quería tener muchos hijos, por qué, por cada hijo qué paría, el rey la tenía que recompensar regalándole, patrimonios, tierras, o villas.
También, convenció a mi esposo para que mandase construir unos baños mudéjares en el Alcázar de los reyes cristianos de Córdoba. Actualmente son conocidos como “Baños de doña Leonor”. Y Leonor se convirtió en una de las mujeres más poderosas de Europa y de Castilla.
Yo tardé 6 años en volver a quedar en cinta. Y darle a mi esposo un
heredero legítimo para el trono de Castilla. Mi hijo nació en Burgos el 30 de
agosto de 1334, le puse de nombre Pedro, el mismo nombre que tenía mi hermano.
Cuando Pedro nació, mi esposo ya tenía 4 hijos con Leonor, dos de ellos eran gemelos. Uno se llamaba Enrique y el otro Fadrique. Si los nombro ahora es porque más adelante hablaré de ellos
Pero mi esposo influenciado por Leonor, cómo ya no me necesitaba, porque ya había conseguido tener un heredero legítimo para el reino de Castilla, me echó del palacio. Y me mandó a vivir al Monasterio de San Clemente de Sevilla, como si fuera una monja.
Y él, se quedó viviendo en el palacio, con su amante Leonor, y con sus hijos bastardos.
Leonor tuvo 10 hijos bastardos con mi esposo el rey Alfonso XI. Los hijos de Leonor se criaron y vivieron en el
palacio, con grandes privilegios, con una educación exquisita, y con los
mejores profesores de aquel tiempo.
Sin embargo, mi hijo Pedro, que era el hijo legítimo de Alfonso, no tuvo
tanta suerte. Porque Leonor no quería que mi hijo viviese en el palacio, ni que
jugase con sus hijos. Entonces Alfonso mandó a nuestro hijo Pedro, a vivir al
Alcázar de Sevilla.
Mi hijo no tuvo la suerte de tener tan buenos profesores, como sus hermanos
bastardos. Fue criado por Vasco
Rodríguez de Cornago que era maestre de la Orden de Santiago. Y por mí
confesor, un franciscano que se llamaba Juan García de Castrojeriz.
Lo bueno de esto, es que, desde el Monasterio de San Clemente de Sevilla
donde yo vivía, hasta llegar al Alcázar, que era donde vivía mi hijo, solo se
tardaba en llegar 12 minutos andando. Y yo lo podía ver todos los días.
Martín Alfonso, aunque ya se había casado con Aldonza Anes de Vasconcelos, y tenía hijos, siempre
estuvo pendiente de mí. Me visitaba con frecuencia, y cuando lo hacía,
jugábamos siempre con mi hijo.
Yo
nunca me atreví a confesarle mi amor. Pero cuando él se marchaba para su casa,
y yo tenía que regresar al monasterio de San Clemente, un nudo se me ponía en
la garganta y no hacía más que llorar.
Cuando a mi padre le dicen que después de parir a mi hijo Pedro, mi esposo
me echa de Palacio, y me manda al monasterio de San Clemente, entra en cólera.
Y lo primero que hace es ir a hablar con el Papa Benedicto XII, para que
obligue a mi esposo el rey Alfonso XI, a desterrar de la corte a Leonor. Y también
le pide al Papa, que mi regreso sea inmediato a palacio, porque soy la reina
consorte legítima, de Castilla.
Pero el Papa le da largas, y hace oídos sordos, porque su amistad con
Leonor, le reportaba grandes beneficios.
Mi padre lleno de ira, juró qué de su hija, y de su nieto, no se iba a reír
nadie, y que no iba a parar hasta conseguir derrotar a Alfonso, y echar del
palacio a Leonor y a sus hijos bastardos.
Entonces se unió a los nobles rebeldes castellanos, y a Juan Manuel en la
guerra abierta contra Alfonso XI. También, invadió Castilla y León, y puso sitio a
la ciudad de Badajoz.
Yo estaba muy preocupada, porque tenía miedo que por mi culpa mi padre
perdiese la vida luchando por mí, para conseguir que Alfonso me diese mi lugar como
esposa, y desterrara a Leonor.
Un día, cuando yo estaba jugando en el Alcázar de Sevilla con mi hijo
Pedro, recibo la visita de un mensajero que venía de parte de mi padre. Me
traía una carta escrita por su puño y letra, para que yo la leyera.
En ella me decía que las últimas guerras libradas, aunque habían sido
victoriosas a su favor, habían sido muy duras, y de una violencia extrema. Y que
a punto estuvo de perder la vida. El hecho sucedió cuando estaba invadiendo
Castilla y, se encontraba luchando cuerpo a cuerpo, en las que el rival llevaba
las de perder.
Entonces un soldado castellano que lo vio, corrió hacia mí, para clavarme
su puñal por la espalda.
Pero cuando alzó su brazo para matarme, otro soldado de mi ejército se
metió en medio, recibiendo él, la puñalada que iba dirigida a mí, salvándome la
vida.
El soldado castellano que me quiso matar por la espalda, también cayó
muerto, porque un soldado portugués, desde su posición, le lanzó una flecha
atravesándole la espalda.
Entonces me acerque al soldado que me había salvado la vida, y que estaba
herido de muerte. Casi no podía hablar. Lo incorporé un poco para darle las
gracias y escuchar lo que me quería decir. – Dijo
que se llamaba Rodolfo, y que te diera las gracias por proteger y cuidar de sus
hijos. Qué tú, eras su ángel. No pudo decir nada más y murió.
Cuando
terminé de leer la carta, me eché a llorar, y recordé aquel día, cuando Martín
Alfonso, el médico y yo, entramos en la casa de Rodolfo y, conocimos a su mujer
y a sus hijos. También recuerdo el fuerte abrazo que le di, cuando él,
llorando, quiso ponerse de rodillas y besarme las manos, porque me iba hacer
cargo de sus hijos.
Ahora sé, que el destino eligió a Rodolfo, de en medio, de un ejército de más de 3.000
hombres, formado por 1.000 de infantería, 1.000 arqueros, y más de 1.000 de
caballería, para que ese día, a esa hora, y en ese momento, estuviese Rodolfo cerca
de mí padre para salvarle la vida.
El
destino es quién nos elige. Después, juega con nosotros sin importarle
nuestros sentimientos. Porque el destino no es humano, y no tiene
sentimientos. Y tanto le da, que seamos buenos o malos.
Nosotros
solo somos piezas de la historia, qué él destino, tiene que mover para lograr
su objetivo. Y que su misión en la tierra tenga éxito.
Mi
padre en la carta también me explica que Alfonso a pesar de la derrota, aún no
quiere echar a Leonor del palacio. Por lo que se va a unir también a la guerra
de los musulmanes, para derrotar de una vez por todas a Alfonso.
También, me dice que habló con el rey benimerín Abu Alhassan Ali. Y le explicó que el
motivo de unirse a ellos y, luchar contra el rey Alfonso XI, era para que yo,
pudiese regresar a la Corte como la reina regente, legítima que era.
El
rey bereber comprendió a mi padre. Se hicieron amigos, y lucharon juntos contra
Alfonso XI, qué cada vez perdía más huestes, villas y territorios.
Una
noche después de una batalla el rey bereber le dijo a mi padre. –
Eres una buena persona, te admiro y te aprecio. Pero ya sabes qué,
cuando esto acabe, vamos a tener qué luchar como enemigos. Y no me gustaría
enfrentarme a ti, y qué uno de los dos muriese. Entonces mi padre le contestó: – Que sea lo qué Dios y Ala, quiera.
Cuando Alfonso XI, se da cuenta que se ha quedado solo, y que nadie le
puede prestar más ayuda, va a hablar con el Papa. Porque Alfonso necesita pedir
una tregua de paz para recuperar fuerzas, reclutar más hombres, y fabricar más
armamento. De lo contrario Castilla, será ocupada por los benimerines y los
árabes.
Entonces el Papa convocó una asamblea donde asistieron todas las partes implicadas.
La nobleza, todos los reyes de los reinos cristianos, mi padre el rey de
Portugal Alfonso IV. Y el mayor enemigo de Alfonso XI, Juan Manuel. Además, también,
estaban los representantes de la comunidad judía, los reyes del islam, y todas
las tribus islámicas del norte de África.
La tregua de paz se firmó por 4 años. Y se permitió, que los judíos y los
benimerines viviesen en la península, conviviendo con los cristianos. Para ello
tuvieron que firmar, qué aceptarían ser juzgados por las leyes castellanas, y
qué pagarían los impuestos correspondientes.
Leonor, sabiendo que nunca llegaría a ser la reina de Catilla, tenía una
ambición desmesurada, y quería conseguir el mayor patrimonio y beneficio
posible. Además de lo expuesto en las líneas anteriores. Compró los valles
vascos de Llodio y Orozco, y consiguió que mi esposo le diera los derechos
sobre las villas de Tordesillas donde construyó un palacio. Era dueña de
Palenzuela, San Miguel del Pino. Villagarcía, Lemos en Galicia, Villa umbrales,
Mozón Beteta, Oropesa; Medina Sidonia; Cabra y Alcalá de Guadaira.
También, consiguió que su hijo Tello se casara con la hija de Juan Núñez de
Lara, que era el más poderoso del reino, y que su hijo Enrique fuese adoptado
por Rodrigo Álvarez de Asturias, para que heredara el condado de Trastámara.
Pero con la tregua de paz, los moros tuvieron tiempo para
reagruparse, y se unieron formando un gran ejército. Además, mejoraron las
estrategias de combate, y aprendieron de sus derrotas, copiando de los
castellanos.
Sin la protección de la escuadra naval de mi padre, la entrada de los
musulmanes a la península a través del Estrecho de Gibraltar era masiva.
Entonces Alfonso XI decide enviar su flota naval de guerra para controlar el
Estrecho.
Al mando de la flota estaba el almirante Alfonso Jofre Tenorio, pero esa
flota no fue suficiente, o no reunía condiciones, porque los benimerines la
destruyeron con gran facilidad alcanzando la victoria. Hubo numerosas bajas
entre los castellanos, y los que se salvaron, los cogieron prisioneros y, los
llevaron como rehenes. El almirante Tenorio también cayó preso, y después, de
golpearlo y humillarlo, lo obligaron a ponerse de rodillas y lo decapitaron.
Después de esta derrota naval, mi esposo el rey Alfonso XI, le pide ayuda
al rey de Aragón. Y aunque al rey de Aragón, no le convence su petición y, no
está de acuerdo en prestarle su ayuda, después de pensarlo mucho acepta, y le
envía su flota naval de guerra.
Al mando de la flota estaba Jofre Gilabert de Cruilles. Pero en el combate
fue alcanzado por una flecha, y al no poder dar órdenes, la flota se dispersó.
Entonces los benimerines aprovechando la confusión, atacan sin piedad a la
escuadra naval de guerra del rey de Aragón, destruyendo todos los barcos. solo
5 de ellos lograron salvarse refugiándose en Cartagena. Y Castilla queda
totalmente desprotegida para una nueva invasión norte africana.
Después de estas derrotas, mi esposo como hace siempre, viene a pedirme
ayuda para qué vaya a hablar con mi padre. Quiere que le convenza que se una a
él en esta guerra, y le vuelva a prestar su ayuda. De lo contrario el reino de
Castilla y la península, quedaría en manos de los árabes y de las tribus norte
africanas.
Cuando voy a hablar con mi padre, me dice que mi esposo es un cobarde y,
que me utiliza porque no es capaz de dar la cara. Pero también me dice qué si
quiere que lo ayude, se lo tiene que pedir Alfonso. Y no, mandarme a mí de
intermediaría.
Y a mi esposo no le quedó más remedio que tragarse su orgullo, y rebajarse
a mi padre, pidiéndole ayuda.
Sé que mi padre le ayudó, pensando en mi hijo Pedro, su nieto. Porque si
Castilla cayera en manos de los moros, mi hijo no podría llegar a ser el rey de
Castilla.
Mi padre era el único, que tenía la mayor, y más poderosa escuadra naval de
guerra. Entonces mi padre, el rey de Portugal Alfonso IV, envía su escuadra
naval de guerra rumbo a Cádiz, para echar del Estrecho de Gibraltar a la flota
musulmana.
Y también le dice a Alfonso, que salgan de Cartagena, los cinco barcos que
se habían salvado, para qué se unan a su flota naval de guerra.
Cuando los benimerines ven llegar la flota naval de guerra de mi padre, se
asustan, y temerosos de ser derrotados, y de caer prisioneros, huyen en sus
barcos poniendo rumbo a Marruecos.
El rey Abu- I-Hassán que tenía muy buena relación con mi
padre, se entera que Alfonso, le va a declarar la guerra, porque quiere
reconquistar la ciudad de Algeciras, y expulsar de ella a todos los
benimerines. Y de paso hacerse con el control marítimo del Estrecho de
Gibraltar.
Entonces el rey Abu- I-Hassán le dice a
mi padre, que Alfonso no lo va a tener fácil, porque los benimerines llevan
muchos años viviendo en Algeciras, y consideran qué, la ciudad les pertenece y,
qué es suya desde el año 1333. Después de haber derrotado a los castellanos,
que la perdieron junto con el control del paso del Estrecho de Gibraltar.
Y, además, le cuenta que el rey Alfonso
XI, también, le va a declarar la guerra al rey hemir yusuf I- para reconquistar
el reino de Granada. Porque es la capital, y la ciudad más importante de todas
las ciudades del Ándalus.
El Rey Alfonso XI piensa librar las dos guerras al
mismo tiempo, para no dar lugar a que los musulmanes se recuperen, y así poder
expulsar a todos de Castilla y la península.
El reino de Granada, estaba gobernado por el rey, el hemir
yusuf I- que era el séptimo sultán de la dinastía nazarí. Era un hombre muy
culto, un gran teólogo y filósofo del islam y le gustaba estar rodeado de los
mejores profesionales, y de toda” la flor y nata” del mundo del arte, como:
escultores, pintores, poetas, arquitectos etc.
Amaba la belleza, y para ello mandó construir en las edificaciones todo
tipo de decoraciones. Pero también estaba obsesionado por los trajes y las
alhajas, y le gustaba vivir rodeado de lujo. Sus arcas estaban llenas de
grandes tesoros, porque coleccionaba monedas de oro, plata, piedras preciosas, y
joyas. Además de tapices, cuadros etc. Consiguió para el reino de Granada un
gran esplendor. Tanto político, como militar, y económico.
Cuando mi padre escucha lo que le cuenta su amigo el rey de Algeciras, Abu-
I-Hassán, - se da cuenta que el ejército de Alfonso va a una muerte segura.
En esta guerra se necesitan más hombres, más armas, una buena estrategia, y
sobre todo una ropa que proteja las partes del cuerpo más vulnerables, tanto
para los hombres, como para los caballos.
EL rey de Algeciras Abu- I-Hassán- busca con su mirada, los ojos de mi
padre, y le dice: – ha
llegado la hora de qué nos tengamos que enfrentar como enemigos, en el campo de
batalla. – Te deseo suerte y qué Ala te proteja. – y mi padre le contestó: – Lo mismo pido, a mi Dios
por ti.
Todas las tribus de Marruecos y clanes del islam del norte de África, se
unen al ejército de los reyes, Abu- I-Hassán y del hemir yusuf I- para luchar
contra los castellanos. Defender todas las ciudades y villas, que ya tenían
conquistadas y, de paso, si salen victoriosos poder apoderarse de toda Castilla
y de la península.
Los benimerines, no están preocupados, saben que superan en número a los
castellanos. Por cada castellano hay tres musulmanes, y sus caballos tienen
fama de ser los mejores jinetes ligeros, y rápidos. Pero, además conocen muy
bien, las estrategias que emplean en el campo de batalla los castellanos.
Entonces, a mi padre se le ocurre una idea que, quizás pueda dar resultado
y, se la expone al rey Alfonso XI y al Papa Benedicto XII. Les explica que va a
ser difícil encontrar a hombres que quieran enrolarse en esta guerra, porque están
cansados de luchar por causas, que la mayoría de las veces son rencillas entre
nobles, o para recuperar propiedades.
Además, muchas veces tampoco cobran su paga de soldado, porque les dicen,
que las arcas del rey están vacías. Y que arriesgan su vida, sin tener ningún
beneficio para ellos, ni para su familia.
Si queremos más hombres que se unan a esta guerra, tenemos que darles algo
por lo que luchar, y un beneficio económico.
Entonces, hacen creer que esta guerra no es como las demás. Que esta guerra
es una guerra de fe, una cruzada. Cristianos contra moros.
Y el Papa Benedicto XII promulga la Bula. Las personas que se alisten, y
participen en esta guerra, además, de los derechos espirituales, y el perdón de
los pecados, tendrán derecho a cobrar parte de los impuestos eclesiásticos
Cuando se corre la voz de que el Papa promulgó la Bula, comenzaron a llegar
para alistarse a la guerra, hombres que llegaban de todas las partes de la
península. La mayoría eran campesinos que estaban desesperados porque además, de
las guerras, las malas cosechas y la peste negra, no tenían ni un trozo de pan para
dar de comer a sus hijos.
Pero todos los hombres que llegaban para participar en esta guerra, aunque
estaban dispuestos a luchar por Dios y por Santiago, y tener una paga para
enviar a su familia, no estaban preparados para la guerra.
Para esta guerra se necesitaba tener más soldados profesionales, y guerreros
de élite. Y la única persona que disponía de un ejército así, era mi padre, el
rey de Portugal Alfonso IV.
Por parte de la nobleza castellana solo había dos ejércitos qué,
aunque sus tropas eran inferiores en número, a las de mi padre, sus hombres estaban
bien preparados para la lucha.
Uno de ellos era el ejército de Juan Manuel y el
otro el ejército de Juan Núñez de Lara. Pero estos dos nobles eran enemigos de
mi esposo el rey Alfonso XI.
Si Alfonso quiere ganar esta guerra no tendrá más remedio que rebajarse a
sus enemigos y pedir su ayuda.
Los motivos de mi padre ya los conocéis. Lleva muchos años luchando para
que mi esposo eche a Leonor del palacio, y yo pueda regresar a él, con mi hijo.
Como la reina consorte legítima que soy.
Y Juan Manuel, le tuvo que declarar, la guerra abierta a Alfonso, para
poder liberar a su hija Constanza de la fortaleza de Toro. Porque Alfonso la
había secuestrado y la tenía retenida como rehén para hacerle chantaje.
Juan Núñez de Lara, tampoco quiere saber nada de Alfonso, porque asesinó a
su suegro Juan de Haro. Y después, confiscó todos los bienes que le pertenecían
a su esposa por herencia de su padre.
Ahora mi padre, tiene que convencer, a Juan Manuel
y a Juan Núñez de Lara, para que unidos se pueda derrotar a los moros, de
lo contrario invadirán la península y, se harán dueños de todas las
propiedades.
Entonces Juan Manuel y Juan Núñez de Lara, le dicen a mi padre, que pueden
unirse a la lucha de Alfonso contra los moros, pero con condiciones, y siempre
que sea Alfonso quien les pida su ayuda.
Las condiciones son estas: Juan Núñez de Lara, le pide al rey Alfonso XI,
que devuelva a su esposa, todos los bienes y
propiedades que le confiscó, después de matar a su padre, y que le pertenecían
por herencia.
Y Juan Manuel le pide que le devuelva todos los títulos que le había
quitado, y, además, le pide el título de príncipe de Villena.
Y el rey Alfonso XI, les pidió que se uniesen a sus tropas, y aceptó sus
condiciones.
Les queda poco tiempo y tienen que organizarse bien para que la guerra que
van a librar sea un éxito. Y en consejo de guerra echan a suerte, quien se va a
enfrentar al rey Abu- I-Hassán, para reconquistar
Algeciras, y quien, se va a enfrentar a las tropas del rey
Yusuf I, por el reino de Granada. A mi padre
le tocó combatir contra el rey de Granada.
Por un momento, mi padre se quedó aliviado de no tener que luchar contra su
amigo el rey Abu- I-Hassán- de Algeciras.
Pero también era consciente que él llevaba la peor parte. Porque sabía que
el rey Yusuf I- de Granada, disponía de uno de los mayores ejércitos del islam.
con soldados profesionales de élite. En sus tropas estaban los mejores
arqueros, los mejores en infantería y los mejores en caballería.
Además, los musulmanes no iban a luchar solo por defender su fe, contra los
cristianos. Los musulmanes en esta guerra, Iban a luchar a muerte, por defender
su hogar, donde estaba su casa y su familia, y no la querían abandonar, ni ser
expulsados, porque la consideraban de su propiedad, desde hacía muchos años.
El reino de Granada abarcaba las provincias de Granada, Málaga, Almería,
Murcia, Córdoba, Cádiz, y parte de Jaén.
Cuando mi padre reúne a todos los mandos para preparar el plan de ataque.
Juan Manuel, que era uno de los mejores estrategas de aquel tiempo, les dice
qué, lo primero que tienen que hacer es elegir un terreno donde el combate sea
más favorable a ellos. Y también cambiar las estrategias de combate que se
estaban utilizando.
Entonces propone atacar con una estrategia qué utilizó Carlo Magno,
consiguiendo la victoria.
Cuando llegó el día señalado, el ejército de mi padre y el ejército de mi
esposo se encontraron en Sevilla, y salieron rumbo a Tarifa. Cuando llegaron a
Peña Ciervo y vieron la extensión del ejército musulmán, las tropas castellanas
se desmoralizaron. Los efectivos castellanos eran 22.000 mientras que los
musulmanes superaban más del doble ese número.
Y el lunes 30 de octubre de 1340, comenzó la batalla del rio Salado, provincia
de Cádiz. La caballería castellana, a
una orden del rey Alfonso, cruzó el rio salado y se enfrentó con gran valor a
la de los benimerines, para reconquistar Algeciras.
Cuando Alfonso se da cuenta que la batalla parece que va a favor de su ejército,
entra él con el resto de sus huestes, para rematar a los benimerines diciendo: – adelante,
arrasar, y no parar–Ya son nuestros–
Pero de pronto
comenzaron a salir de todas partes, musulmanes, cercando a Alfonso y a sus
tropas, que a punto estuvieron de ser vencidos.
Menos mal que Juan Manuel, como buen estratega que
era, ya lo tenía previsto. Y a una orden suya, el ejército de Juan Manuel y el
de Juan nuñez de Lara, entran en combate atacando por sorpresa, y haciéndose
con la victoria.
Cuando los castellanos ven huir a los benimerines los
siguen, y le van dando muerte, hasta llegar al campamento del rey Abu- I-Hassán, donde causaron grandes estragos y no dejaron a nadie con
vida.
Cuando mi padre llega al lugar del rio Salado, donde lo espera rey Yusuf I-
con su ejército, sabe que la lucha no va a ser
fácil, le superan en número. Además, eran soldados profesionales y muy
disciplinados. Pero lo que más le sorprendió fue ver que ellos
también, iban equipados con una vestimenta para proteger las partes más
vulnerables de su cuerpo, y la de sus caballos.
Entonces mi padre, para dar valor y coraje a su ejército, se pone él en
primera fila al mando de sus jinetes. Y a una orden suya se lanza atacando a
los musulmanes, con tanto valor, coraje, y fuerza. Que sorprende a los moros. Y
matando a destajo, a diestro y siniestro, logra romper las barreras de las filas
de los musulmanes, causando un caos entre ellos.
Los musulmanes al no saber que hacer, ni como reconducir la situación, el
pánico se apodera de ellos, y huyen para salvar sus vidas. Las tropas
portuguesas de mi padre los persiguen hasta darles muerte, y continúan luchando
durante horas, hasta conseguir la victoria total y, también a numerosos presos
musulmanes, como rehenes.
Cuando mi padre hace su entrada en el reino de Granada se da cuenta que la
ciudad había quedado casi vacía. Sus habitantes al saber que habían sido
derrotados, y por miedo a que los castellanos los mataran, huyeron abandonando
la ciudad sin que les diera tiempo a coger sus pertenencias, ni sus tesoros.
Nunca en los anales de la historia de Castilla, hasta ese momento, habían
conseguido un botín tan grandioso y espectacular. Las arcas estaban llenas de
monedas de oro y plata, las joyas, los collares y los brazaletes tenían incrustadas
piedras preciosas con esmeraldas, brillantes y perlas. Además, se llevaron como
botín, tapices, alfombras, cuadros, vajillas etc. y muchas más cosas, que no
menciono, porque esta historia se alargaría mucho.
Mi padre ya tenía fama de ser un rey justo y valeroso. Era muy querido por
todos los hombres de su ejército. Porque siempre estaba dispuesto a escuchar
sus problemas, y trataba de ayudarlos en lo que podía. Pero desde la batalla
del rio Salado. Y gracias a la valentía de mi padre que recuperó el reino de
Granada. Se le empezó a conocer como: El rey de Portugal Alfonso IV
“El bravo”.
Cuando le dicen a mi padre, que Alfonso también salió victorioso de su
lucha contra las tropas del rey Abu- I-Hassán, y que recuperó la ciudad de
Algeciras se alegró mucho.
Pero pronto su alegría se tornó en tristeza cuando le cuentan que 15 de los
hombres del ejército de Alfonso X I, llegaron hasta el campamento de su amigo el rey Abu- I-Hassán donde estaban las mujeres y algunos
niños, y qué después de violarlas las mataron.
También mataron a Fátima, la
mujer de su amigo el rey Abu- I-Hassán.
Después huyeron del campamento cogiendo las joyas, y todo lo que encontraron de
valor.
Cuando después, mi padre se reúne con mi esposo Alfonso, le dice que no es
bueno tener malhechores entre las filas de su tropa, y qué les debe imponer un
castigo. Entonces Alfonso los busca, y cuando los encuentra los obliga a
devolver las joyas y todo lo que se llevaron de valor. Después los manda decapitar.
Al día siguiente de la victoria, salen hacia Sevilla con todos los tesoros,
y con todos los prisioneros, para celebrar la victoria, y de paso repartir el
botín entre todos. Mi padre los acompañó hasta Sevilla, pero no quiso quedarse
a la celebración porque quería llegar pronto a Portugal.
Antes de marcharse, Alfonso XI le quiso dar a mi padre la parte que le
correspondía del botín. Un arcón repleto de piedras preciosas, monedas de oro y
joyas. Pero mi padre no quiso coger nada.
Entonces, como Alfonso XI no paraba de insistir, que mi padre tenía que llevar
su parte del botín.
Ante la insistencia de Alfonso, mi padre solo quiso llevarse como recuerdo dos cosas: Una “Cimitarra” que estaba incrustada con piedras preciosas, (una espada larga con forma curva, muy utilizada por los moros) y también quiso llevarse a un preso benimerín, que eligió de entre todos los presos que se habían capturado.
Cuando me dicen que mi padre, además, de la espada, quiso llevarse como
trofeo de su victoria a uno de los presos benimerines, no lo entendí. Hasta
qué, tiempo después me enteré, que ese preso, era el sobrino del rey Abu- I-
Hassán, el amigo de mi padre
Mi padre lo reconoció, cuando lo vio pasar encadenado en medio de los demás
presos, y para poder salvarle la vida lo quiso llevar con él.
Mi esposo el rey Alfonso XI, estaba tan contento por el triunfo de esta
victoria, qué para celebrarla, mandó ampliar el Monasterio de Guadalupe.
También, quiso que el Papa Benedicto XII se beneficiara del botín. Y le
envió una comitiva con cofres llenos de monedas de oro, alhajas, y objetos de
mucho valor.
Además, quiso que la comitiva fuese acompañada por 24 presos
musulmanes, y cada preso llevase cada uno de ellos, su bandera correspondiente
del lugar de donde procedían, para qué el Papa supiera quienes habían sido
derrotados.
Pero cuando mi hijo cumplió 15 años, el destino quiso mover ficha, y
cogiendo una de las piezas de la historia, dio jaque mate al Rey. Y mató al rey
Alfonso XI. Mi esposo.
Desde ese momento, el destino, cambió de estrategia en la historia. Y
comenzó a movernos de un lado, para otro, dando jaque mate sin piedad, a todos los
personajes de la historia, que ya no le interesaba.
Mi esposo Alfonso XI murió a los 38 años, le faltaban 5 meses para cumplir
39 años. El destino lo mató, víctima de la peste negra, cuando iba de
camino para defender sus dominios en el Estrecho de Gibraltar.
Si queréis saber que pasó conmigo, después de haberme quedado viuda. Que le
pasó a Leonor la amante de mi esposo, y al resto de los personajes que el destino
quiso utilizar, para qué nuestras vidas quedaran registradas en
los anales de la historia de la tierra.
Lo podréis saber leyendo la segunda parte de esta novela histórica, titulada: “Yo
no elegí mi destino”
8 de diciembre de 2025
Autora
del texto y foto: Guadalupe Aguilera.
Bibliografía consultada:
-Jean-Pierre Jardin, «La reina María
de Portugal, entre padre, marido, hijo e hijastros: la mediación imposible»,
e-Spania [En ligne], 20 | février 2015, mis en ligne le 13 février 2015,
consulté le 22 juillet 2025. URL:
http://journals.openedition.org/e-spania/24140 ; DOI : https://doi.org/10.4000/e-spania.24140 https://journals.openedition.org/e-spania/24140#quota
Bibliografía consultada:
-Colaboradores de Wikipedia. Martín
Alfonso Téllez de Meneses [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2024
[fecha de consulta: 26 de marzo del 2024]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Mart%C3%ADn_Alfonso_T%C3%A9llez_de_Meneses&oldid=159036884>.
Bibliografía consultada: La reina que
da nombre a Talavera recibió la ciudad como dote en 1328 • El profesor Ángel
Ballesteros es autor de «Talavera, regalo para una reina» Publicación digital. https://www.latribunadetoledo.es/noticia/z0e344799-b4c7-ed75-0c6d48af0e996537/201312/maria-de-portugal-vii-centenario-de-una-reina
-Castillo de Óbidos, Óbidos, Portugal, 2021-09-09, DD 32.jpg. (2024,
mayo3). Wikimedia Commons. Retrieved septiembre 9, 2025, from https://commons.wikimedia.org/w/index.php?title=File:Castillo_de_%C3%93bidos,_%C3%93bidos,_Portugal,_2021-09-09,_DD_32.jpg&oldid=873292045