Cuentan que Lucifer, que quiere decir “ser de luz venido del cielo” o “dios serpiente de los cielos”, bajó a la Tierra, trayendo consigo la joya esmeralda, que se convirtió en la Piedra Filosofal.
La serpiente, como ser malvado, no aparece en ninguna parte de la Biblia Hebrea. Se trata de una interpretación moderna.
La serpiente es sinónimo de sabiduría y conocimiento. Los antiguos vieron que los ojos de la serpiente nunca parpadean y permanecen completamento abiertos, por lo tanto se creía que la serpiente podía verlo todo y saberlo todo; también se relaciona con el Ojo de Dios que todo lo ve.
A la serpiente se le teme pero también se le venera; se cree que es portadora del elixir de la vida (inmortalidad); no envejece, ya que muda su piel todos los años.
Las habilidades curativas de Esculapio nos demuestran que la sustancia que utilizaba en sus curaciones provenía de una serpiente; el símbolo de la profesión farmacéutica es una serpiente enroscada en torno a una copa. En todo el mundo Esculapio es conocido como el hombre-dios, que sabía cómo resucitar a los muertos y a los recién fallecidos, sirviéndose de la sangre o del veneno de la serpiente. Fue poeta, astrólogo, doctor, sacerdote y médico.
PLINIO decía que la serpiente tenía que estar viva cuando se le cortara la cabeza, pues necesitaba la sangre todavía viva de la serpiente para poder salvar a la gente y recuperar la fertilidad de la tierra.
En la mitología, Zeus tenía sus propios ángeles, los seres invisibles conocidos en griego como “daemones”; eran jóvenes hermosos o serpientes sabias y Zeus los tenía como espíritus guardianes que lo protegían y le daban consejos.
En cada profesión existe una forma peculiar de hablar, que resulta ininteligible para los demás (la cuestión es así de sencilla), lo que importa son los resultados.
Pitágoras decía que lo más sabio era el número y en segundo lugar el verbo y que lo más bello era la armonía.
Pitágoras consideraba el mundo sublunar imperfecto, oscuro y engañoso; que el único modo de conocer aquí abajo la verdad era consultar los números del (oráculo de Delfos), cuya clave divina era la TETRACTYS y que la ciencia por excelencia es la armonía, ciencia de las relaciones, que fijan el orden de las cosas y de las leyes que regulan los movimientos.
Pitágoras consideraba divino el nº 10; decía que era el número de Dios, porque 10=1+=1 y el número uno es el principio, el verbo, la creación, el esperma que da la vida.
El sabio Samos creía haber encontrado en el nº 10, en la década, la respuesta a todos los misterios de la vida. Se basaba en que los anteriores números eran esenciales, ya que se necesitaba repetirlos para conseguir contando hasta el infinito. La década ofrecía sus raíces y cimientos a todo, como si fuera el mismo Universo. Prescindiendo de ella la verdad se hacía mentira y la luz oscuridad.
Pitágoras estaba convencido de que entre los dioses y los números existía una relación misteriosa, en la que basaba la ciencia de la aritmancia.
(El símbolo pitagórico de la tetractys lo podéis ver representado en la piedra; se trata de un triángulo con diez puntos dentro, que significa el nº 10 o número de Dios)
Texto e imagen
Guadalupe Aguilera.
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