lunes, 2 de mayo de 2016

         



              El Insaciable Lagarto de Jaén





Me llamo Guadalupe Aguilera.
Las piedras que encuentro en mi camino, que dibujo y grabo, nos cuentan la historia del mundo, mitos y leyendas.
Espero que os guste.

Cuando veo el dibujo de esta piedra me acuerdo de una historia que me contaron de niña y es que hay gente que son unos verdaderos glotones porque no se conforman con comer la ración que le pertenece, sino que también engullen la que corresponde a los demásSuelen hacerlo mientras los demás prestan atención al tema de conversación.

Comen con rapidez y verdadero ahínco y cuando sus amigos alargan el brazo para poder coger alguna vianda, la fuente ya está vacía. Además, cuando llega la hora de pagar se hacen los remolones y esperan a que los demás les inviten.

Muchos familiares de estos glotones sienten vergüenza de ellos por su comportamiento, pero los disculpan diciendo que “hay personas que comen para vivir y otras que viven solo para comer”.

En cierta ocasión vi salir de un restaurante a un hombre y a una mujer que por sus gestos parecían enfadados. El hombre en un tono agresivo le decía a la mujer que lo dejara en paz y ella rabiosa y con mucha ira le contestó: “Ojalá revientes como el lagarto de Jaén”. 

Por aquel entonces yo no debía tener más de diez años, pero aquellas palabras me quedaron gravadas y no pare hasta descubrir lo que le había pasado al lagarto de Jaén.
Al parecer hay varias versiones, pero la que a mí me contaron data del año 1.492.

Esta historia comienza cuando un muchacho de Jaén decide probar suerte y se enrola como carpintero en una de las tres carabelas capitaneadas por Cristóbal Colón. 
El viaje se hizo más largo de lo que pensaban, se quedaron sin víveres y el agua tuvo que ser racionada. 

La tripulación comenzó a impacientarse porque pasaban los días y no conseguían divisar tierra. El hambre se hizo insoportable y llegaron a comer cucarachas, gusanos, e incluso ratones que conseguían cazar por las bodegas del barco. 

Desfallecidos, sin rumbo y a la deriva, creyeron que su fin estaba cerca, pero el 12 de octubre de 1.492 de pronto escuchan gritar “¡tierra!” era la voz de Rodrigo de Triana, un marinero que desde la carabela La Pinta grita “¡tierra, tierra a la vista!”.

Los marineros que ya no tenían fuerzas para ponerse de pie comenzaron a llorar de emoción y se abrazaron dando vítores. Luego elevando la mirada al cielo pudieron ver como unas gaviotas sobrevolaban las tres carabelas para darles la bienvenida.

Cuando llegan a tierra los marineros más veteranos desconocen el lugar y aseguran que nada tiene que ver con la India, como les quería hacer creer Cristóbal Colón.

Esa era una tierra extraña, nunca habían visto una vegetación y unos animales tan raros, y es que aquellos marineros no podían imaginar que acababan de descubrir un nuevo mundo ”América”.

Los días fueron pasando y la tripulación se fue recuperando, los carpinteros se dedicaron a reparar los daños sufridos en las carabelas, y los demás marineros hacían excursiones para explorar aquella tierra, cazaban y pescaban.

Un día antes de regresar a España el muchacho de Jaén que había estado trabajado muy duro bajo un sol abrasador decide ir a darse un buen chapuzón al río, de regreso a la orilla se da cuenta que algo se mueve entre las hierbas, se acerca con precaución y ve que se trata de un hermoso lagarto pero que era muy diferente en color y en tamaño a los que el conocía y que solía cazar con sus amigos para jugar. 

Entonces decide cogerlo y traerlo a Jaén (España), quería que sus vecinos y amigos lo viesen. 
El joven carpintero cuidó del lagarto y lo alimento. Decía que era su mascota y le cogió mucho cariño.

Cuando llegó a su pueblo enseñó el lagarto a todos los vecinos y conocidos, nunca nadie había visto un lagarto como ese. 
Con el paso del tiempo el lagarto fue aumentando de tamaño y cada vez necesitaba más comida. El muchacho de Jaén ya no sabía que hacer para saciar el apetito de su enorme lagarto.

Entonces decidió salir por las noches para robar las gallinas a sus vecinos. Cuando ya no quedaron más gallinas que robar, con lágrimas en los ojos y mucha tristeza le tuvo que dar a comer sus ovejas, pero como no fueron suficientes para calmar el hambre de su enorme lagarto, el carpintero se vio obligado a robárselas también a sus vecinos. 

El remordimiento comenzó a hacer mella en el muchacho de Jaén, sobre todo cuando a la mañana siguiente escuchaba llorar a sus vecinos porque no tendrían que dar de comer a sus hijos. 
El ladrón ya no se conformaba con robar gallinas ni ovejas, sino que ahora robaba todo animal viviente como conejos, patos, cerdos y hasta gatos y perros.

El muchacho de Jaén ya no sabía que hacer, le tenía mucho cariño a su lagarto y no quería matarlo, además era una prueba viviente de que existía otro mundo y que lo había traído de allí. Pero también era consciente de que el lagarto se había convertido en un monstruo. 

El lagarto era una mezcla de dragón y serpens y ya no podía ocultarlo por más tiempo. Además corría el riesgo de que algún vecino lo descubriera robando, lo denunciara por ladrón y eso le supondría la pena de muerte.

Entonces el muchacho de Jaén se acordó que había un manantial que tenía un agua muy rica y fresquita. 

A ese manantial se acercaban para beber y saciar su sed los pastores con sus rebaños, gente de paso, habitantes del pueblo y todo tipo de animales salvajes. 
Además antes de llegar al manantial había una enorme cueva que muchas veces servía de refugio cuando el sol apretaba o caía algún chaparrón. 

Con mucha pena y aprovechando la noche, el muchacho de Jaén llevó a su enorme lagarto a la cueva y allí lo abandonó. 
Muy pronto el terror y el miedo se propagó por todo el pueblo porque todo ser viviente que se acercaba al manantial o tener que pasar por delante de la cueva era devorado por un extraño monstruo.

Entonces un preso que estaba condenado a muerte y que era vecino del pueblo, le pidió al alcalde que le dejase hacer una buena obra antes de morir, porque estaba muy arrepentido del daño que había hecho a lo largo de su vida y le propuso que lo dejara enfrentarse al monstruo de la cueva, quería matarlo y librar así a los vecinos del terrible monstruo.

Para ello solicitó: un caballo, una cuerda, varios trozos de carne de cordero ensangrentados, panes muy calientes, un saco de pólvora y una ovejita muerta. 
El preso ató los trozos de carne ensangrentados a una cuerda larga que sujetó a la silla de su caballo. Cuando llegó la noche se acerco, con mucha precaución montado en su caballo a la cueva, y esperó a que saliera el lagarto. 

El monstruo atraído por el olor que desprendía los trozos de carne no se hizo esperar y se lanzó en persecución del preso y de su caballo que galopando huía arrastrando los trozos de carne que el lagarto alcanzaba e iba comiendo. 

Cuando ya no quedaron más trozos de carne, el preso le fue lanzando panes calientes que engullía con facilidad, pero al llegar a la plaza de San Idelfonso, en lugar de un pan caliente le lanzó un saco lleno de pólvora que el lagarto traga y explota. 

De ahí la expresión que a veces también se utiliza para maldecir “Ojalà" revientes como el lagarto de Jaén” o como dicen los lugareños “Ojalá revientes como el lagarto de la Malena”. 

Hay quien asegura que la pólvora no funcionó, que lo que mató al monstruo fue la ovejita muerta que el preso había rellenado con yesca.

Cuando el condenado a muerte, ve que la pólvora no explota, le lanza la ovejita muerta. El lagarto abre su enorme boca y la traga con ferocidad y ahínco. Entonces la yesca encendida que iba dentro del vientre de la ovejita, le quema las entrañas causándole la muerte.

Los vecinos agradecidos pidieron al alcalde que perdonase la pena de muerte al preso y éste quedó en libertad demostrando después ser un ciudadano ejemplar. 

El preso se quedó con la piel del lagarto que fue pasando por su familia de generación en generación hasta que la donaron a la Iglesia de San Idelfonso donde quedó expuesta. 

Se sabe que después de muchos años la retiraron y en su lugar se pintó un retrato de San Cristóbal con el niño Jesús a hombros.

Con paso del tiempo se supo que el enorme lagarto era un Caimán, un animal totalmente desconocido en España. 

En el barrio de la Magdalena, en el mismo sitio donde estaba el manantial, hoy hay una fuente con la estatua del lagarto que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. 

Vigo 2 de Mayo del 2016


Texto  y foto: Guadalupe Aguilera.
Bibliografía consultada y Textos extraídos entre otros 
de: Colaboradores de Wikipedia. Lagarto de la Malena [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2015 [fecha de consulta: 2 de mayo del 2016]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Lagarto_de_la_Malena&oldid=87760549>.